La Pedagogia del S. XVII
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jueves, 2 de noviembre de 2017
miércoles, 19 de julio de 2017
Mapa mental de la enseñanza de las ciencias segun Comenio
CAPITULO XX MÉTODO DE LAS CIENCIAS EN PARTICULAR
1. Vamos ahora a
tratar de reunir las observaciones que hemos ido haciendo aquí y allá para
enseñar ingeniosamente las ciencias, las artes, las lenguas, buenas costumbres
y piedad. Decimos ingeniosamente; esto es, con facilidad, solidez y brevedad.
2. La ciencia o
noticia de las cosas no es sino el conocimiento interno de las mismas y debe
reunir iguales requisitos que la especulación o visión externa; esto es, EL
OJO, EL OBJETO Y LA LUZ. Dados los tres, necesariamente ha de realizarse la
visión. El ojo en la visión interna es la mente o entendimiento; el objeto SON
TODAS LAS COSAS colocadas dentro y fuera de nuestra mente, y la luz LA ATENCIÓN
debida. Y de igual modo que en la visión externa son necesarias algunas
condiciones si los objetos han de ser vistos como es debido, así también aquí
debe seguirse un método determinado mediante el cual se presenten las cosas al
entendimiento de tal manera que con seguridad y prontitud se apodere de ellas.
3. Cuatro son, por tanto, las condiciones que se deben
procurar en el adolescente que desea investigar los secretos de las ciencias:
1. Que tenga limpios los ojos del entendimiento. 2. Que se le presenten los
objetos. 3. Que preste atención; y 4. Que sepa deducir unas cosas de otras con
el debido método; así conocerá todas las cosas con certeza y expedición.
4. Nadie tiene en su
mano proporcionarse el entendimiento que desea; Dios distribuye a su arbitrio
estos espejos de la mente, estos ojos interiores. Pero sí está a nuestro
alcance no permitir que estos espejos nuestros se enturbien con el polvo y
obscurezcan su brillo. Este polvo son las ociosas, vanas e inútiles ocupaciones
del entendimiento. Nuestro espíritu está en constante movimiento, a semejanza
de una rueda de molino a la cual no cesan los sentidos externos, sus servidores
ordinarios, de proporcionar materiales tomados de todo lugar, falsos la mayor
parte de las veces (si la razón, supremo inspector, no interviene
cuidadosamente); es decir, en vez de grano y escanda, paja, bálago, arena o
granzas y otras cosas parecidas. Entonces, como en la muela, todas las aristas
se llenan de polvo. Preservar de empolvamiento esta interna muela de molino, la
mente (que también es como un espejo), es acostumbrar con prudencia a la
juventud a que se aparte de las ocupaciones vanas y se entregue a las útiles y
honestas.
5. Para que un espejo refleje con fidelidad los objetos es
necesaria, en primer lugar, la realidad y evidencia de los mismos, y, después,
su adecuada presentación a los sentidos. Lo nebuloso y de escasa consistencia
apenas irradia y muy débilmente se reproduce en el espejo; lo ausente en manera
alguna puede reflejarse. Así, pues, todo cuanto haya de ofrecerse al
conocimiento de la juventud sean cosas reales, no sombra de las cosas; cosas,
repito, sólidas, verdaderas, útiles y que impresionen enérgicamente los
sentidos y la imaginación. Ciertamente los impresionarán si se colocan tan
cerca que no puedan menos de afectarlos.
6. Por todo lo cual, debe ser regla de oro para los que
enseñan que todo se presente a cuantos sentidos sea posible. Es decir, lo visible
a la vista, lo sonoro al oído, lo oloroso al olfato, al gusto lo sabroso y al
tacto lo tangible; y si alguna cosa pudiera ser percibida por diversos
sentidos, ofrézcase a todos ellos, como ya dijimos en el capítulo XVII,
fundamento VIII.
7. La razón de este precepto es triple. I. Es necesario que
el conocimiento empiece siempre por los sentidos (cierto es que nada hay en el
entendimiento que antes no haya estado en el sentido). ¿Por qué, pues, ha de
darse comienzo a la enseñanza por la narración verbal y no mediante la
inspección de la cosa? Después, una vez presentada la cosa, venga la narración
para explicar más profundamente lo expuesto.
8. En segundo lugar, la verdad y la certeza de la ciencia no
estriban más que en el testimonio de los sentidos. Efectivamente; las cosas se
impresionan en primer lugar e inmediatamente en los sentidos y después por
medio de ellos en el entendimiento. Prueba de esto es que el conocimiento
sensual hace fe por sí mismo; pero en el raciocinio o testimonio ajeno debe recurrirse
a los sentidos para mayor certeza. No damos crédito a la razón sino en cuanto
es capaz de ser comprobada por la inducción particular de los ejemplos (cuya
certeza se afirma por los sentidos). No se presta fe al testimonio ajeno contra
la experiencia del sentido propio. Por lo tanto, la ciencia es tanto más cierta
cuanto mayor fundamento tiene en los sentidos. En resumen: Si se quiere
engendrar en los discípulos verdadero y exacto conocimiento de las cosas hay
que procurar que la enseñanza toda sea por medio de la propia intuición y de la
demostración sensual.
9. Puesto que los Sentidos son los fidelísimos proveedores de
la memoria, la dicha demostración sensual dará por resultado la perpetuidad en
el conocimiento; esto es, que lo que cada cual sepa lo sepa con constancia.
Efectivamente; con una sola vez que haya probado la caña de azúcar, o visto un
camello, oído cantar un ruiseñor o estado en Roma y la haya recorrido (con tal
que preste a todo atención), quedarán tan indeleblemente grabadas estas sensaciones
en mi memoria que no podrán borrarse. Así vemos que es posible, que es muy
posible, fijar en los niños los relatos de la Biblia y otras historias mediante
cuadros o pinturas. Con gran facilidad y persistencia podemos, cualquiera de
nosotros, imaginarnos lo que es un rinoceronte, si, aunque no sea más que en
pintura, lo hemos visto alguna vez, y es evidente que con mayor certeza
conoceré lo acaecido en cualquier asunto si en ello he intervenido que si lo
hubiese oído contar un millón de veces. De aquí el dicho de Plauto: Más vale un
testigo ocular que diez de referencia. O el precepto de Horacio: Con menor
intensidad llega al espíritu lo que percibe por los oídos que lo que el
espectador tiene ante sus ojos y él mismo se proporciona. Así, el que presenció
con atención una sola vez la anatomía del cuerpo humano, comprenderá y
recordará todas las cosas con mayor evidencia que el que hubiera leído muchos y
muy extensos comentarios sin la inspección ocular. De aquí el aforismo: la
inspección ocular es la mejor demostración.
10. Puede también, si en alguna ocasión falta el natural,
emplearse modelos o representaciones. Esto es, modelos o imágenes hechos para
la enseñanza, como es práctica constante en los botánicos, zoógrafos,
geómetras, geodestas y geógrafos, que suelen presentar sus descripciones o
demostraciones acompañadas de figuras. Igual debe hacerse en Física y otras
ciencias por el estilo. Por ejemplo: La constitución física del cuerpo humano
puede, según nuestro método, enseñarse perfectamente si colocamos en el
esqueleto de los huesos humanos (como se guardan en las academias o hecho de
madera), formados de piel fina y rellenos de lana, todos los músculos,
tendones, nervios, venas, arterias, con las vísceras, pulmón, corazón,
diafragma, hígado, estomago e intestinos; todo en su exacto lugar y dimensión,
reseñado con el nombre y empleo de cada uno. Si llevamos a un discípulo de
Física [Fisiología] a ver esto y le enseñamos detalladamente cada cosa, casi
por curiosidad se fijará en todo y se dará perfecta cuenta de la estructura del
cuerpo humano. Como esto, también deberían construirse en todas las rama del
saber modelos autópticos (esto es, reproducciones de las cosas que no pueden
tenerse realmente) con el fin de que es tuviesen al alcance de las escuelas. Y
aunque fuesen necesarios muchos gastos y bastante trabajo, el resultado habría
de ser en extremo sorprendente.
11. No faltará quien dude que todo puede, del modo dicho,
representarse ante los sentidos, aun lo espiritual y ausente (cuanto existe y acaece
en el cielo o en el abismo o en las regiones del otro lado del mar); pero basta
con recordar que por disposición divina hay en todo tan grande armonía que
podemos representarnos de manera absoluta lo superior por medio de lo inferior,
lo ausente por lo presente, lo invisible mediante lo visible. Claramente se
demuestra con el Macro microcosmo de Roberto Flutto, que presenta ante nuestros
ojos con gran ingenio la generación de los vientos, lluvias truenos. Y no hay
duda ninguna de que puede hallarse mayor evidencia y facilidad con todo ello.
12. Lo que llevamos
dicho se refiere a la presentación de los objetos ante los sentidos; vamos
ahora a tratar de la luz, que si nos falta, de nada nos sirve poner las cosas
ante los ojos. Esta luz del conocimiento es la atención, en virtud de la cual
percibe todas las cosas el que las busca con el entendimiento lleno de codicia.
Así como nadie puede ver a obscuras y con los ojos cerrados, aunque tenga las
cosas junto a su vista, de igual manera se escapará a sus sentidos lo que
hablemos o mostremos a quien no nos preste atención; como vemos que ocurre a
aquellos que tienen su imaginación preocupada en otras cosas que no se dan
cuenta de lo que acaece en su presencia. De igual manera que el que quiere
enseñar a otro alguna cosa de noche tiene necesidad de traer una luz y la
espabila con frecuencia para que emita mayor claridad, el Maestro también, al
querer iluminar en el conocimiento de las cosas al discípulo envuelto en las
tinieblas de la ignorancia, tiene, en primer lugar, que excitar su atención
para que reciba la enseñanza con inteligencia ávida y codiciosa. Cómopuede
hacerse esto queda dicho en el capitulo XVII, fundamento II, y capítulo XIX,
fundamento I.
13. Continuando respecto a la luz, hemos de hablar ahora del
modo o método de poner los objetos en presencia de los sentidos de tal manera
que causen una impresión duradera. Este método podemos deducirle de la visión
externa, que requiere para efectuarse: 1º Que lo que ha de verse se coloque
delante de los ojos. 2º A la distancia debida, ni más ni menos. 3º No de lado,
sino bien rectamente ante la vista. 4º Ni al revés ni torcido, sino en su
natural posición. 5º Para que la vista conozca en el primer momento la cosa
entera. 6º Y luego la examine separadamente por partes. 7º Y ordenadamente del
principio al fin. 8º Deteniéndose en cada una de ellas. 9º Hasta distinguir
rectamente todas por sus diferencias. Observados cuidadosamente estos
requisitos se efectuará la visión con exactitud; si falta uno o varios de ellos
no se verificará o se realizará mal.
14. Por ejemplo: Si alguno quiere leer una carta que haya
recibido de un amigo es necesario: 1º Que la ponga ante su Vista (sin verla,
¿cómo podrá leerla?) 2º A la distancia debida (excesivamente lejos no la verá
bien). 3º Completamente de frente (lo que se mira de costado se ve muy
confusamente). 4º En su natural posición (¿quién puede leer una carta o libro
al revés o de lado?). 5º Lo primero que hay que ver es lo principal de la
carta: quién es el que escribe, a quién, cuándo y desde dónde (el previo
conocimiento de todo esto ayuda sobremanera a la inteligencia del texto) 6º
Después se lee lo demás sin saltarse nada (de lo contrario no se conocería todo
y podría ocurrir que se dejase lo principal). 7º Es necesario leerlo todo
ordenadamente, conforme se siguen los miembros (si alguno leyera ahora este
período y luego este otro, además de deshacer el sentido engendraría
confusión). 8º Hay que detenerse en cada cosa hasta entenderla (pues si lo
pasamos a la ligera, fácilmente dejaría el entendimiento escapar algo útil.) 9º
Por último, una vez conocido todo, establézcase la diferencia entre lo más o
menos necesario.
15. Para observar lo que antecede, damos nueve reglas
utilísimas a los que enseñan las ciencias: I. Debe enseñarse lo que hay que
saber. Si al discípulo no se le expone lo que ha de saber, ¿cómo va a saberlo?
Cuiden, pues, los que enseñan de no ocultar nada a los discípulos; ni de
intento, como suelen los envidiosos e infieles, ni por negligencia, como
quienes hacen sus cosas sin cuidado. Aquí es indispensable buena fe y trabajo.
16. Lo que se enseñe, debe enseñarse como cosa presente de
uso determinado. Así el discípulo verá que lo que se le enseña no son utopías
ni ideas platónicas, sino cosas que, efectivamente nos rodean y cuyo
conocimiento tiene aplicación real a los usos de la vida. Con esto el
entendimiento se estimulará más y pondrá mayor atención.
17. Lo que se enseñe, debe enseñarse directamente, sin rodeo
ninguno. Esto será conocer directamente, no de lado, desde donde no sólo no se
ven las cosas, sino que aparecen confusas y obscuras ante la vista. Cada objeto
debe ofrecerse a los ojos de que aprende en su esencia propia, desnudamente,
sin la envoltura de las palabras, metáforas, alusiones e hipérboles que tienen
su aplicación para exagerar, disminuir, ensalzar o vituperar las cosas ya
conocidas, pero en manera alguna las que van a conocerse. En éstas hay que
proceder directamente.
18. Lo que se enseñe, debe enseñarse tal y como es, a saber:
por sus causas. Es excelente el conocimiento que nos hace comprender las cosas
conforme ellas mismas son, pues si de otro modo entran en nuestro
entendimiento, no habrá conocimiento sino error. Todo objeto es de tal manera
como está constituido, y si aparece de modo diferente a como está formada
aseguramos que está corrompido. Este objeto se constituye por sus causas.
Luego, exponer las causas de un objeto es dar el verdadero conocimiento del
mismo, conforme aquello de Saber es percibir un objeto por sus causas. Y también
que la causa es la guía de la inteligencia. Con mayor facilidad y certeza se
reconocen las cosas conforme fueron hechas; como si das a leer una carta en la
posición en que fue escrita, pues lo difícil es leerla del revés o torcida. Del
mismo modo, si expones un suceso conforme ha ocurrido se comprenderá fácil
mente; pero al pretender explicarlo empezando por lo último o alterando el
orden del relato, seguramente producirás confusión en quien te escuche. Luego,
El método de enseñanza debe seguir el orden de las cosas: lo primero, antes; lo
posterior, después.
19. Lo que se ofrece al conocimiento, debe presentarse
primeramente de un modo general y luego por partes. La razón de este principio
está expuesta en el capítulo XVI, fundamento VI. Presentar una cosa de un modo
general al conocimiento es explicar la esencia y accidente de toda ella. La
esencia se explica por las preguntas ¿Qué?, ¿Cuál? y ¿Por qué? A ¿QUÉ? se
refiere el nombre, el género, el oficio y el fin de la cosa. A ¿CUÁL?
corresponde la forma o el modo en virtud del que esta cosa está adecuada a su
fin. A ¿POR QUÉ?, aquella fuerza eficiente por la que se hace el objeto apto
para su fin. Por ejemplo: si quiero dar a mi discípulo un conocimiento general
exacto del hombre le diré: El hombre es (1) la última criatura de Dios
destinada al dominio de las demás (2), dotada de libre albedrío para elegir y
obrar (3) y, por tanto, provista de la luz de la razón para moderar con
prudencia sus elecciones y acciones. Esta es una idea general del hombre, pero también
fundamental, que expresa cuanto hay en él de necesario. Si a esto quieres
añadir algunos accidentes, aunque sean generales, podrás hacerlo con exponer de
quién, de dónde, cuándo, etc. De lo general descenderemos a sus componentes: el
cuerpo y el alma; el cuerpo puede explicarse por la anatomía de sus miembros, y
el alma por las facultades de que consta, etc.Todo con su debido orden.
20. Deben examinarse todas las partes del objeto, aun las más
insignificantes, sin omitir ninguna; con expresión del orden, lugar y enlace
que tienen unas con otras. Nada existe sin motivo, y a veces la utilidad de lo
más importante estriba en la más pequeña de las partes. En un reloj un solo
clavillo, roto, encorvado o fuera de su sitio, puede hacer que se pare todo el
mecanismo; en el cuerpo vivo se separa un miembro y desaparece la vida, y en el
contexto de la oración muchas veces la más insignificante palabra (una
preposición o conjunción) trastorna y altera todo el sentido. Y así en todo. El
conocimiento perfecto de una cosa se obtiene por el conocimiento de todas sus
partes, cual y como sea cada una de ellas.
21. Las cosas deben
enseñarse sucesivamente, en cada tiempo una sola. De igual manera que la vista
no puede atender al mismo tiempo a dos o tres cosas, sino con vaguedad y
confusión (pues, en efecto, el que lee un libro no puede ver dos páginas a un
tiempo, ni dos líneas por muy próximas que estén, ni dos palabras, ni aun
tampoco dos letras, sino sucesivamente una tras otra), así la mente no puede
tampoco entender sino una sola cosa en cada momento. Luego conviene pasar
claramente de una a otra cosa para que no se confunda el entendimiento.
22. Hay que detenerse
en cada cosa hasta comprenderla. Nada se hace de pronto, porque todo cuanto se
hace se efectúa en virtud del movimiento y éste se realiza sucesivamente. Por
lo tanto, hay que detenerse con el discípulo en cada parte de la ciencia hasta
que la conozca bien y se dé cuenta de que la sabe. Esto se conseguirá
explicando, examinando y repitiendo hasta tener seguridad completa, como
enseñamos en el capítulo XVIII, fundamento X.
23. Explíquense bien las diferencias de las cosas para
obtener un conocimiento claro y evidente de todas. Mucha encierra en sí aquel
dicho tan conocido: El que sabe hacer distinciones, enseñará bien. La multitud
de las cosas abruma al que aprende y la variedad induce a confusión si no se
aplica el remedio; a lo primero, el orden para que se acometan unas después de
otras, y para lo segundo, la atenta observación de las diferencias a fin de que
aparezca con claridad en qué se apartan unas cosas de otras. Solamente esto
proporciona un conocimiento evidente claro y cierto, porque la verdad y la
variedad de las cosas estriban en sus diferencias, como hicimos notar de pasada
en el capítulo XVIII, fundamento VI.
24. Ya que no es corriente que todos puedan cumplir su oficio
de maestro con tan gran destreza, será necesario acomodar a este método todas
las ciencias que han de estudiarse en las escuelas, con lo cual no será fácil
apartarse de su propósito y fin. Pues si se respetan y siguen las leyes de este
método, obtendremos el mismo resultado que el que introducido en el palacio
real, y con tiempo suficiente, puede examinar sin cansancio todas las pinturas,
grabados, tapices y demás ornamentos de todo género que allí se encierren
igualmente el joven introducido en este teatro del Universo será capaz de
investigar todo el gran aparato de las cosas y andar perfectamente enterado
entre las obras de Dios y de los hombres.
domingo, 16 de julio de 2017
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